Pronto será la hora de abandonar
el espacio laboral hasta el día siguiente. Ordenará los papeles de la mesa del
despacho, montará en su automóvil, pondrá gasolina, recorrerá unos kilómetros y
pasará por el colegio a recoger a los niños. Luego, ya en casa, les preparará
la merienda, Tomará una rápida ducha, se pondrá cómoda y recogerá esa colada
perdida que quedó en el tendedero; después, agotadora sesión de plancha y
organizar cada cosa en sus cajones y armarios respectivos antes de programar
una nueva lavadora.
Como cada tarde, se acercará al
súper con rapidez, no vayan a cerrar; a comprar esas cosas puntuales que debe
controlar (cerveza, vino y aceitunas rellenas para su hombre y alguna golosina
para los peques). Bajará la basura y
paseará al perro unos minutos por el parque cercano. Al regresar al hogar
preparará la cena para que quede casi lista para la noche; y si tiene la
fortuna de conseguir unos pocos minutos de asueto y relax, descalzará sus pies
martirizados por los tacones acurrucada en un extremo del sofá; y mirará la caja
tonta un ratito hasta que la llegada de su cónyuge le ponga otra vez en
movimiento delantal en ristre, en dirección a su otro lugar de trabajo
cotidiano, la cocina. Tras la cena, recoger y fregar los cacharros de la mesa,
un espumoso baño a los niños, acostarlos con todo cariño, contar un cuento
rápido al más pequeño y a repartir "Jesusitos de mi vida" con besitos
de buenas noches a todos. Elegir y dejar listas la ropas para la siguiente jornada,
incluida ella; y para terminar, dejar a punto tazones, platos, naranjas, exprimidor, cereales, mermeladas, pan, y esas
cosas del desayuno.
Cercana ya la media noche
intentará reposar un ratito lejos del mundanal ruido para buscar un fugaz
momento íntimo por el Face y echar un vistazo rápido al Whatsapp antes de retirarse
¡Por fin! a dormir y descansar en los brazos de Morfeo la dura y agotadora jornada laboral y doméstica... A no
ser que su macho tenga el calentón
subido y le dé por apagar esa noche, sin que sirva de precedente, el transistor
y pasar de "El golazo" para reclamar a su hembra un poco de sexo a la
carrera, un polvo conejero que le alivie la calentura antes de darle la espalda
y dar comienzo, con exquisita puntualidad, a su virtuoso concierto sinfónico de
cuescos y ronquidos.
Helena intenta relajarse, suspira. mira al
techo y piensa en su amante secreto; en lo deseada que le hace sentir, la
libertad que le ofrece, el respeto con que le trata y el intenso placer sexual
que le regala; pese a no conocerse físicamente y a sabiendas de que seguramente jamás lo
harán; separados por la distancia y los pormenores de sus vidas diferentes.
Pero prefería cerrar los ojos, soñar y no pensar demasiado en ello para evitar
caer (una vez más en su vida) de lleno en el oscuro pozo de la tristeza y
maldecir al destino por no haber puesto en su camino a ese hombre que la enamora en otro tiempo o
circunstancias.
"A su lado" de nuevo se
considera mujer, de alguna manera revive en su vida actual las delicias del
romance apasionado y su sexo, tanto
tiempo aletargado vuelve a sonreir.
Copyright © 2015 Max Piquer Reservados todos los derechos
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