El apetecido manoseo prosigue su camino, cada vez más cerca de su objetivo (y del mío). Me muero de ganas por que esa mano atrevida alcance su meta final y cuando lo consiga, que quede empapada y perfumada con el olor de mi sexo. Ya está aquí, se introduce por debajo de mi braga como una culebra buscando su escondite. Presiona con suavidad primero y determinación después mi clítoris, que se va derritiendo como mantequilla en la sartén. Pasan los segundos, necesito gemir, suspirar… pero me contengo. No estamos solos ni mucho menos, pero también esa circunstancia aporta su plus de excitación al acercarme más a los límites de lo prohibido, de lo incorrecto… No puedo aguantar tanto placer, soy toda agua, si continúa con el mismo ritmo, no podré contenerme mucho más. El muy cabrón juguetea con mis labios vaginales. Introduce sus dedos una y otra vez. El orgasmo es inminente, me preparo a recibir su explosión. Me muero de gusto, no puedo reprimirme. Fruto del espasmo, aferrada a la butaca incluso levanto ligeramente el trasero del asiento clavando los pies en el suelo. Intento taparme la boca pero aún así, creo que la señora de la fila delante de la nuestra se ha percatado de algo. Ha estado unos segundos mirando hacia atrás pero no pasa nada, sigue atenta a la pantalla. Quiero agradecer a mi improvisado amante todo el placer obtenido; por eso, libre ya de todo pudor y todavía muy caliente, acaricio mimosa su entrepierna y paso a bajarle despacito la cremallera del pantalón. Rebusco cuidadosamente por el interior hasta que consigo extraer su miembro, duro como el mármol y candente como el hierro del herrero. Tenía un enorme deseo de tenerlo en mi mano. Lo disfruto y exploro a ciegas. La punta del glande se nota húmeda. Unas gotitas de líquido preseminal demuestran lo excitado que está, lo mucho que me desea. No será muy complicado conseguir que eyacule. Su sexo está a punto de ebullición. Lo masajeo y procedo a masturbarle mientras él no cesa de acariciarme hasta donde le alcanza la mano. Voy aumentando el ritmo con celo, agitándolo lo más discretamente posible, pero no puedo parar. Quiero exprimirlo, ordeñarlo, sentir el calor de su esperma en la palma de la mano. Un par de toques más. ¡Dame esa leche, es mía! ¡Me pertenece, la merezco! Ahora ha sido él quién se ha visto obligado a taparse la boca. La señora de delante nuevamente gira su cabeza con un molesto e indiscreto siseo de desaprobación para volver a sumirse inmediatamente en el celuloide. Juntamos nuestras manos durante varios minutos, apretándolas, mezclando los olores y fluidos que permanecen en ellas. Sin intentar mirarle a la cara, cojo mi bolso y mi chaqueta, me levanto y encamino hacia la salida plena de gozo, con una gran sonrisa de satisfacción. No me siento una depravada, ni disminuida en absoluto en la moral, todo lo contrario, me veo más mujer, liberada de muchos complejos absurdos y frustraciones enquistadas hace mucho tiempo. El que sea una mujer casada y con hijos carece de importancia. Debía haber dado un paso así mucho antes. Me siento renacida. Por cierto, la película que se proyectaba tengo entendido que ha gozado de grandes críticas y está considerada como la gran favorita para los Oscar. — Creo sinceramente que merecerá mucho la pena volver para verla de nuevo—.¿No creen?...
Copyright © 2014 Max Piquer
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Muy bueno. Tengo que leer el ñibro!!!
ResponderEliminarGracias
EliminarBuenos días, he leído el relato VESTIDA PARA AMAR. Magnifico Max Piquer, narrativa elegante que hace que entiendas perfectamente a la protagonista, mis felicitaciones
ResponderEliminarGracias Ana!
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