Los astros de la creación estuvieron especialmente iluminados cuando cargados de buen gusto idearon y esbozaron la indómita belleza de las piernas femeninas. Extraordinaria la gran cantidad de matices y sensaciones que pueden extraerse de cada una de ellas. Largas, estilizadas, cortas, delgadas, anchas, rectas, musculosas, torneadas; Todas atesoran su particular magia y su misterio como igualmente difieren o son dispares entre sí las danzas que realizan según su personal manera de caminar. Si te fijas verás que algunas dan pasos decididos, orgullosos, diligentes; pues tienen muy claro a donde se dirigen; nada ni nadie podrá desviarlas de su camino. Si de pronto, sobre la marcha, deciden soñar durante unos segundos, no pasa nada, conectan el piloto automático y el recorrido continúa perfectamente sin que se perciba fallo o descoordinación alguna en la coreografía exhibida, mecánicamente deliciosos; hasta la llegada final a su destino. Sus andares tienen aire marcial, pasos largos y precisos, bien acompasados y marcados. Piernas seguras de si mismas que se reinventan a diario, rebosando vitalidad y energía.
Los pasos de otras, en cambio, son cortos y dubitativos, porque en el fondo se sienten siempre fugitivas de algo, de alguien o simplemente de ellas mismas, de sus miedos, complejos infundados y esa timidez bloqueadora que intenta vencerlas bajo la amenaza del ridículo y la vergüenza Si emprenden la marcha de buen humor es posible que pasados unos instantes, se pongan de mal talante tan solo por haber metido sin querer el tacón en el agujerito más inoportuno, un mal tropezón que le haga perder el equilibrio rompiendo estética y estática; como si una invisible pierna enemiga le hubiese puesto la zancadilla; o por un pie tosco y torpe que la pise, sin disculparse, al salir del baño de un local cualquiera. ¡Qué decir sobre algo que lleva fatal! Tener la sospecha de llevar adherida a la suela del zapato un pedazo de goma de mascar olor a menta o la siempre desagradable experiencia de pisar un excremento canino “perdido” sobre la acera; como si le hubiese tocado en una tómbola. Siempre inseguras, dudan continuamente y a veces discuten por un mal depilado, una variz que aparece sin haber sido llamada o cualquier otra chorrada o tontería.
Según el “Legs News” prestigioso diario de gran veracidad y aceptación entre la comunidad de piernas femeninas internacionales, se han conocido casos extremos en los que, al no llegar a un acuerdo, cada pierna emprendía por defecto un camino diferente al salir de casa, con la subsiguiente confusión. Piernas delgadas y fibrosas, eléctricas, que se mueven inquietas sin control durante la noche y suplican al día calma, serenidad y reposo. Dejar a un lado su estresante devaneo, relajarse y soñar que caminan por la playa notando en la piel como la arena masajea con dulzura las plantas de sus pies; mientras el candor del sosiego convierte el canto de las gaviotas en románticas baladas.
En el otro extremo se encuentran las piernas tranquilas, de menor longitud y mayor poderío muscular. De tibias cortas pero capaces de correr sin parar durante toda la noche si con ello consiguen alcanzar alguno de sus sueños u objetivos. Diestras son también en las nobles artes de la lucha, donde cocean con furia y energía inusitada si el enojo ha alterado peligrosamente los niveles de su consciencia. Especialmente temibles son sus ataques directos teledirigidos a la región genital del enemigo donde suelen resultar infalibles.
Pese a lo que pueda parecer por su carácter fuerte, son a su vez cariñosas y cercanas si se sienten bien tratadas y atendidas.
Dulces, sensibles, amorosas, embriagadoras, coquetas y un poco niñas cuando salen de vez en cuando del interior de su caja de muñecas. Heteros, bisexuales y gays las admiran; no existe condición ni inclinación sexual que no las disfrute de una u otra manera. Unos por deleitarse en el tacto de su epidermis, otros simplemente las envidian porque desearían que fuesen las suyas.
Podríamos hablar de miles de piernas distintas, cada una con su personalidad, su propio mundo; y así pasarnos cientos y cientos de horas y horas para nunca acabar pues la lista es infinita. Aunque no lo parezca, no existen dos pares de piernas iguales, como tampoco dos besos. Lo que si puede asegurarse, virtud común entre todas, es el extraordinario poder seductor que atesoran y que en muchos casos ni sus mismas dueñas conocen. ¿Qué hombre no babea cuando delante de él caminan unas elegantes piernas femeninas con ese taconeo acompasado que hechiza en cada paso? ¿Y qué decir del morbazo que produce una carrera en la media a lo largo de su extensión? ¿Cuántas ilusiones no crea esa fábrica incesante de fantasías?
Solazarse aplicándoles un largo y sensual masaje desde los dedos del pie hasta la ingle, sin obviar ni un centímetro de epidermis, acariciar los gemelos, besar los talones, el envés de las rodillas o recrearse invadiendo con sutiles friegas la zona interna de los muslos es una experiencia doblemente impagable tanto para la masajeada como para el masajista; pero sin duda alguna el mayor ejercicio de seducción a los ojos del hombre por parte de una mujer es el casi sagrado ritual del cruce y descruce de piernas, algo fascinante que generalmente todas conocen y practican; y que las más coquetas y tentadoras dominan y recrean a la perfección. Con auténtico arte son capaces de enseñándote muy poco o lo justo, hacerte creer que lo has visto todo; lentamente en algunos casos, disimulando, como si no se dieran cuenta de la porción de anatomía que muestran “por descuido”. Al comunicarle en una mirada lo mucho que te ha agradado la visión, de la misma manera, “disimulando” se tapan muy púdicamente estirando al máximo el pliegue de su falda, como si fuera de goma; ¡ No vayas a pensar que es una cualquiera!. Esto me encanta, siempre me hace sonreír. En otras ocasiones realizan el show muy muy rápido, sorprendiéndote; cruzan y descruzan en un periquete ¡Visto y no visto! debes de estar muy atento o no te percatarás de que te envía un sugerente mensaje en modo subliminal; y con él la apetencia, atracción o vibraciones que le produces.
Si por fortuna gozas de una memoria de gran capacidad retentiva podrás visualizar y revisar después las imágenes a cámara lenta varias veces; rebobinar, avanzar, parar cada secuencia… Y entonces, al tiempo que te excita descubrir la ausencia de ropa interior, caerás sin remedio en las incitantes redes que, tejidas celosamente por la mismísima Afrodita, la madre naturaleza puso como media invisible en cada pierna femenina.
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