Hoy se está retrasando, ya tendría que estar aquí. ¡Qué impaciencia! A través de las rendijas de mi reducido cubículo percibo la luz solar y el escandaloso canto del despertador rompe el influjo de los sueños. Escucho su cercano bostezo, el leve chirriar de la cama al voltearse con pereza sobre el colchón. La veo apartar con embrujo el cabello que cae sobre su cara, cómo se despoja de la ropa interior mostrando el cuerpo en todo su realce. Ese cuerpo de diosa desnuda que a fuerza de deseado otorga cierto sentido a mi absurda coexistencia.
El corazón se acelera, ¡Me ha sonreído! Se dirige hacia aquí, ¡Me abraza!, Cuando sus firmes pezones me acarician el pecho, mi piel fría se torna cálida al candor de sus caricias; el vacío interior desaparece, su respiración es la mía. Ella me otorga la vida; por lo tanto, solo ella podría darme la muerte.
¡Bésame! Deja al esclavo que paladee la humedad de tu lengua ¿No ves que estoy sediento? Aferra firmemente mi pene siempre preparado para tus caprichos, siempre erecto para tus desahogos. No existe mayor placer que escuchar como gritas y jadeas al restregar tu jugoso clítoris con la punta de tu juguete favorito, dispuesto a satisfacer tu apetito cuando te plazca, en cualquier momento del día o la noche, aliviar tensiones o regalarte sueños; aquellos regados con el licor que mana abundante por tus labios interiores, descarados, atrevidos, insolentes empapándome, ahogándome de tu libido insaciable, tu sabor más íntimo. Y tú gritas y suplicas que no me detenga jamás, que no pare de provocarte gemidos; porque ahora ya estás cautiva de un placer incontrolable. Sabes que mi órgano te pertenece por derecho, lámelo, muérdelo con perversión, aprieta cuanto quieras, porque no siento dolor alguno; hasta que tu vagina abierta, obscena, te implore volver a ser perforada, vejada, profundizada. Hazme cabalgar sobre tu pálido vientre, nada en placer, ahógate, porque tu goce es mi gozo, tu lujuria la mía. Sé que un día no muy lejano, dejaré de satisfacerte, e indiferente, te desharás de mí como de un insignificante pañuelo de papel usado. Acabaré mis días acurrucado entre tu excelso aroma y el hediondo entorno al que me veré irremediablemente condenado. Hecho un guiñapo, una piltrafa desinflada. Atravesaré contrariado los portales que sellan el inexorable beso de esa última secuencia que tanto disfruté dentro de tus entrañas.
Una inconsolable angustia oprime mi alma, ¡Quisiera decirle tantas cosas bonitas! expresarle mi deseo; que mis labios inertes fueran capaces de proferir una única palabra, ¡Dios!, ¡Solo una!... ¡¡TE AMO!!.
Pero no debo engañarme. Aunque a veces desespere; aunque mi corazón palpite excitado presa de pasión y sentimiento; aunque el cruel desamparo que abrasa mi interior se presente inapelable, no tengo otra opción que aceptar mi triste existencia. Al fin y al cabo ¿Qué más puede hacer un muñeco? ¿Un jodido muñeco de látex?.
Copyright © 2014 Max Piquer
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